La ciudad de Mataró, capital de la comarca del Maresme en Cataluña, posee un valioso patrimonio cultural, arquitectónico y artístico. Este legado se ha ido forjando durante siglos gracias al talento de arquitectos, diseñadores y, particularmente, de profesionales que, aunque formalmente eran arquitectos, asumieron el diseño integral de interiores, anticipándose a lo que hoy conocemos como la profesión del interiorista.

A lo largo de los siglos XIX y XX, el diseño de interiores no existía como disciplina autónoma; en cambio, los arquitectos eran quienes diseñaban no solo las estructuras de los edificios, sino también los espacios interiores, mobiliario, ornamentación, revestimientos y luminarias. En ese sentido, es justo y necesario reconocer a estas figuras como interioristas históricos, pues su legado ha moldeado la estética y funcionalidad de innumerables espacios en Mataró y más allá.

1. El Contexto Histórico del Interiorismo en Mataró

Durante el siglo XIX, Mataró vivió una transformación social y económica marcada por el auge de la industria textil. Esta bonanza generó una clase burguesa que deseaba mostrar su prosperidad a través de edificaciones refinadas, tanto por fuera como por dentro. En este contexto, la arquitectura se convirtió en un arte integral, donde el interiorismo fue inseparable del diseño arquitectónico.

A falta de una profesión específica de interiorista, los arquitectos de la época se encargaban de diseñar los espacios habitables en su totalidad. Su formación académica y su sensibilidad artística les permitía abordar el diseño desde una perspectiva holística, que incluía:

  • La distribución funcional de los espacios interiores.

  • El diseño de techos, suelos, escaleras, puertas y ventanas.

  • La elección de materiales decorativos.

  • La creación de mobiliario a medida.

  • La integración de artes aplicadas como vitrales, cerámicas, y forja artística.

Gracias a esta labor multifacética, podemos hablar de interioristas históricos, cuyas obras aún hoy son referentes de calidad y belleza.

2. Jeroni Boada i Renter: Precisión técnica y espíritu emprendedor

Jeroni Boada i Renter (1819–1886) fue maestro de obras y arquitecto con una clara vocación innovadora. Aunque su figura ha sido más asociada a la arquitectura estructural, sus contribuciones al diseño de interiores fueron de gran trascendencia, especialmente por su experimentación con materiales decorativos.

En 1872, fundó con Vicens Munner «La Auxiliar del Arte», empresa dedicada a la fabricación de piedra artificial. Este material, precursor de muchos acabados actuales, fue utilizado para decorar interiores con columnas, molduras, zócalos y mobiliario. Gracias a él, la ornamentación arquitectónica pudo democratizarse y extenderse más allá de las clases altas.

Uno de sus proyectos más personales fue Can Boada, su residencia particular, donde implementó múltiples soluciones decorativas con piedra artificial y otros elementos innovadores. También intervino en edificios educativos como el Colegio de Valldemia, donde aplicó criterios estéticos en la disposición interior de aulas y zonas comunes.

Boada representa al tipo de arquitecto-interiorista que no solo diseñaba la forma del edificio, sino también su alma interior, anticipando soluciones que perduran como referencias técnicas y estilísticas.

3. Josep Puig i Cadafalch: Modernismo simbólico y minucioso

Nacido en Mataró en 1867, Josep Puig i Cadafalch es uno de los grandes nombres del modernismo catalán. Arquitecto, historiador, político y restaurador, su visión del diseño era profundamente artística y simbólica. En cada una de sus obras, el interior no era un añadido, sino un mundo por sí mismo, repleto de metáforas visuales, materiales nobles y una estética coherente.

Su obra cumbre en Mataró, la Casa Coll i Regàs, es un emblema del modernismo en Cataluña. En este edificio, Puig i Cadafalch diseñó absolutamente todo: desde la estructura hasta los muebles, pasando por los vitrales, las lámparas, las barandillas y los suelos. Los interiores de la casa están llenos de referencias al mundo textil, en honor al oficio del propietario, y muestran un dominio absoluto de la decoración con propósito.

Este nivel de intervención integral lo posiciona como uno de los interioristas más completos de su tiempo, aunque oficialmente fuese arquitecto. Su capacidad de crear ambientes con personalidad propia y sentido narrativo ha servido de inspiración a generaciones de diseñadores.

4. Melchor de Palau y Simón: Diseño público y funcionalidad estética

Melchor de Palau y Simón (1879–1915), arquitecto modernista y municipal de Mataró, dejó su huella en numerosas obras públicas. Uno de sus mayores logros fue el diseño del Matadero Municipal, una estructura modernista cuya distribución y estética interior respondían a criterios de higiene, orden y dignificación del trabajo.

Aunque su obra no siempre se enfocó en la decoración exuberante, su sentido del espacio, proporción y funcionalidad revela un pensamiento interiorista adelantado. Sus diseños favorecían la claridad visual, la ventilación y la lógica del uso del espacio, elementos esenciales del buen interiorismo.

También diseñó edificios educativos y administrativos, donde se preocupó por la adecuación de los espacios interiores a su uso, integrando iluminación natural, revestimientos resistentes y acabados sobrios pero elegantes. Su legado nos recuerda que el interiorismo también puede ser sobrio, eficiente y profundamente humano.

5. Miquel Brullet i Monmany: Espiritualidad y restauración interior

El arquitecto Miquel Brullet i Monmany (1904–1988) desarrolló su carrera durante el difícil período de la posguerra, centrando su actividad en la restauración de edificios religiosos y en el diseño de espacios públicos. Su formación con Josep Maria Jujol —colaborador de Antoni Gaudí— le proporcionó una sensibilidad única para combinar lo sacro con lo funcional.

Uno de sus proyectos más significativos fue la restauración de la iglesia de Santa María de Mataró, donde reconstruyó capillas y altares con un profundo respeto por los materiales originales. Su labor incluyó la creación de nuevos elementos litúrgicos, como confesionarios, ambones y bancos, que armonizaban con el entorno arquitectónico.

Además, diseñó espacios civiles como el Café Nuevo y diversas escuelas, con interiores que favorecían la luminosidad, el confort y la acústica. Su estilo sobrio y meditativo lo convierte en un referente del interiorismo posbélico, donde la austeridad no implicaba la renuncia a la belleza.

6. ¿Interioristas o arquitectos? Una profesión que no existía aún

Es importante subrayar que todos estos profesionales eran, formalmente, arquitectos. Sin embargo, en su época, la profesión del interiorista como figura independiente no existía. Las escuelas de arquitectura formaban a sus alumnos para que se encargaran de todo el diseño del edificio, tanto exterior como interior.

En este sentido, estos arquitectos actuaban como interioristas de facto: concebían los espacios habitables en su totalidad, seleccionaban materiales, diseñaban mobiliario, coordinaban artesanos y creaban ambientes armoniosos, funcionales y bellamente decorados. Hoy los consideraríamos diseñadores de interiores multidisciplinares, capaces de fusionar arquitectura, arte, diseño y narrativa espacial.

7. Influencia y legado en el diseño contemporáneo

La huella de estos interioristas históricos sigue presente en Mataró. Muchas de sus obras han sido restauradas, y su enfoque integral del diseño se estudia en facultades de arquitectura, diseño de interiores y conservación patrimonial. Sus trabajos nos enseñan que el verdadero diseño interior no se limita a decorar un espacio, sino a construir una experiencia vital dentro de un entorno arquitectónico coherente.

Al visitar la Casa Coll i Regàs, Can Boada o la iglesia de Santa María, el visitante experimenta cómo la arquitectura y el interiorismo eran, en esa época, una misma disciplina, sin fragmentaciones ni compartimentaciones artificiales.

Interioristas pioneros en una ciudad con alma

Mataró no solo ha sido una ciudad industriosa y culturalmente rica, sino también un laboratorio del diseño arquitectónico y decorativo. Gracias al trabajo de figuras como Jeroni Boada, Josep Puig i Cadafalch, Melchor de Palau y Miquel Brullet, la ciudad conserva un legado estético que trasciende generaciones.

Aunque el término “interiorista” no existía como tal en su tiempo, estos arquitectos asumieron plenamente esa función, dejando una huella tangible en la configuración de espacios interiores que todavía hoy inspiran a profesionales del diseño. Su ejemplo demuestra que el buen interiorismo no es una moda, sino una manifestación perdurable de sensibilidad, técnica y cultura.